domingo, 16 de junio de 2013

Diario de un emigrante (4 de 5)


No había fronteras así que nunca supe en qué momento entré en ese país. De repente, vi sus habitantes desdibujados en una calle como volutas de un humo incierto, y me acerqué a ellos para preguntarles. Ninguno pudo precisarme nada. Sus palabras se disolvían en los labios antes de ser pronunciadas y en medio de tanta vacuidad llegué a cuestionarme si eran reales o no. Debían de serlo porque al poco se congregaron todos alrededor mía, fascinados por mi definición corporal. Y me hicieron su rey, lo más definido que nunca jamás hicieron.
Yo, sin embargo, no tardé en aburrirme de aquel lugar sin contornos ni contrastes. Y emigré a otro país.
...aunque a veces me pregunto si llegué a abandonarlo.

Nota:  gracias a LP por ayudarme a publicar esto.

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