martes, 12 de marzo de 2013

Reescrituras

La noche que terminó su última novela, la pantalla le devolvió al autor el siguiente mensaje:


El escritor aceptó nada convencido. No era la primera vez que el ordenador se la jugaba. Sin embargo, a continuación la interfaz le planteó la siguiente alternativa:


Nervioso, el novelista buscó en vano la opción de “Cancelar”; luego, probó la tecla de “Escape” sin resultados; y ya por último, lo intentó con algunos atajos de teclado sin éxito. La pantalla seguía devolviéndole una única vía de salida con dos opciones: ¿Borrado manual o automático?

Era absurdo. Su texto estaba pulido. Lo había revisado mil veces. ¿Qué más quería esa estúpida máquina que eliminase? Se negaba. Entonces el autor pulsó la opción de automático.

De pronto, las letras de su novela comenzaron a desaparecer. Le siguieron palabras completas y luego frases, párrafos y capítulos enteros. Aterrorizado, el escritor le dio al botón de reinicio.

Cuando el ordenador arrancó, el novelista comprobó con estupor que le había quedado un microrrelato perfecto. No quiso añadirle ni una coma.

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