Raúl me mira a los ojos y yo no
puedo dejar de mirarle la nariz.
–...o quizás
es que no me quieres –le insisto.
–Claro
que te quiero.
Acabo de descubrir que las
aletas de su napia son capaces del movimiento y necesito averiguar a qué lógica
obedece esta contracción.
–¿Y cómo
lo sabes?
La nariz de Raúl entonces sufre
una sacudida.